viernes, 19 de octubre de 2018

LAS VIDAS DE UNOS, LAS VIDAS DE OTROS


Laten por igual sus corazones;
se alimentan del mismo aire terrenal;
viven con mínima diferencia sus instantes de eternidad;
lloran cuando sufren, ríen por felicidad;
extrañan las ausencias y sufren las indiferencias;
se duelen por las muertes, esperando las suyas propias para nunca despertar.
Son los unos, son los otros. Somos nosotros.

Al desaparecer, unos serán recordados por siempre, con odio o con amor;
otros serán recordados por sus seres cercanos, muchos de ellos prontos a partir y por ello prontos a olvidar;
el recuerdo de otros durará poco más, tal vez menos, que el olor de las flores de sus tumbas;
algunos serán solo su nombre con fechas en una dura lápida, o sobre una cruz huérfana de redentor.
Serán los unos, serán los otros. Seremos nosotros.

Atrás quedan las prepotencias de los millones, las necesidades desatendidas, las injusticias de las corrupciones, las vanidades y las desilusiones, las palabras de los soñadores, las rabias y las felices sensaciones. Atrás quedan presidentes y labradores, asesinos con sus oraciones, y las oraciones de los campesinos, los egos de los grandes señores; atrás quedan las viejas vidas cediendo el paso a las nuevas que serán viejas mañana para convertirse en nuevas desapariciones. El sol muere y es reemplazado por eterna niebla, por frías y oscuras noches divorciadas de las estrellas.
Ya no serán los unos, ya no serán los otros. Ya no seremos nosotros.

Pero hoy hay sol y vivimos, y cuando llegue la noche, quizás oscura y fría, divorciada de las estrellas, seguiremos viviendo, los unos y los otros, y seremos nosotros parte de la vida de mañana. No malgastemos estos hermosos momentos en aquello, no malgastemos nuestra oportunidad con aquellos. Vivamos felices ahora, nosotros.

Jorge Alberto Velásquez Peláez

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