Se pierde la mirada
en el cenit ocioso,
y los suspiros ruedan
por la sensible piel,
los susurros otean
detrás de la vieja puerta,
y en la ventana cerrada
se esconde el desdén,
las lágrimas vomitan
cristales escabrosos,
y las penas se huelen
en la carne, magra miel,
las entrañas partidas
por el dolor sucumben,
enredadera orate
de falacias de ayer,
donde el amor murió
en medio de mentiras,
y agonizó la hoguera
de esa loca pasión,
allí en esa mirada
perdida en el vacío,
cuando el adiós deforme
apareció en la voz,
y motivó el olvido
servido en el papel,
como cincel pedante
y saeta de hiel.
José Vicente Castro Romero -Colombia-
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