Nace en la cumbre del Calvario, un cóndor señorial y en sus alas lleva muchos sueños y esperanzas. Se remonta por los aires muy galopante y al encumbrarse, su deseo es ser el mejor cóndor de Contumazá. Asciende maravillosamente, sabiendo que es el ave más imponente de los Andes Contumacinos y quiere llegar juntito al azulado cielo, desde donde mirará majestuoso de nuestro pueblo su panorama. Desde las alturas sobresaldrá su fuerte y afilado pico, que le permitirá limpiar la carroña de la ciudad, animales muertos, al que almacenará en su gran buche. ¿Te imaginas? ¡Son los barrenderos de nuestra bendita ciudad!
En sus ojos vivaces y sagaces lleva la riqueza y la hermosura de Contumazá en alto, el suelo que lo vio nacer. Con su globo ocular, tiene el tacto y el acto de ver a su presa. Lleva un collar blanco su majestuosa gorguera, que representa la paz y la armonía de nuestra tierra y el destello de luz y de esperanza en sus alas. Con sus amplias alas negras, con dorso blanco, abraza corrientes de aires cálidos ascendentes y dinámicos, y es aquí, que ahorra energía considerable, con las que recorre grandes distancias en busca de un buen porvenir, y va eliminando la podredumbre que existe en la superficie; y así, evitar la contaminación del ecosistema a través de la descomposición de lo virulento, los cadáveres de animales muertos por enfermedad. Sus enormes alas le otorgan una extraordinaria capacidad de planeo que lo hacen aparecer como un sereno guardián, cuidando el cielo Contumacino, por encima de sus Andes y picos montañosos.
El cóndor otea y otea desde el aire, a gran altura. Las campiñas de Contumazá son extraordinarias mantas verdes, desde donde reluce sus flores coloridas y aromas. El cóndor tiene una vista aguda para ver a los cuerpos de guanacos, llamas, vacas, corderos o caballos; luego del banquete, se junta en los posaderos, paredones altos y escarpados, donde descansa y duerme. Al cóndor Andino le gusta ser social porque come en grupos; luego, vuela a los riscos de las altas montañas en los Andes divinos de Contumazá. Su dominio, fuerza y poderíos formidables, se deben a su tamaño y ocupa el puesto más alto en la jerarquía de potestades, cuando otros animales se someten a ellos. Contumazá, su dominio, sus grandes hombres y mujeres capaces de salir adelante, por su educación, talento e intelecto contrario al poder bruto del cuerpo de los Cóndores de mi tierra.
¡Qué asombro! ¡Los cóndores son básicamente monógamos! ¿Seremos los hombres monógamos? Los cóndores escogen a su pareja y permanecen con ésta de por vida. Sólo en caso de que uno de los dos muera, el otro busca una nueva pareja. Luego del cortejo, en la época de postura o cópula, la hembra pone un único huevo ovalado, color blanco, en grandes cuevas arenosas, rocosas, o agrietadas que le sirven de nido y los protegen del viento y la intemperie. Cuando nacen, los pichones requieren de largos periodos de cuidados paternales hasta que la madre vuelva a reproducir en dos años. Esta es una gran similitud a la del ser humano, los padres prodigamos extensos periodos de cuidados paternales y amor, a nuestros queridos y maravillosos hijos, que van volando del nido de la madre cuando tienen que explorar por sí mismos su futuro, alejados de sus padres. Por ello, se han esculpido cuatro cóndores en la Plaza de Armas de la ciudad.
La Plaza de Armas de Contumazá se embellece con una pileta de agua y con sus cuatro replicas de cóndores en el contorno de la pileta; estas aves son garantes del nombre de la ciudad y proviene de los vocablos quechuas: Kuntur, cóndor y Nasha, alas, vuelo, que significa "Nido de Cóndores"
Rosa Elizabeth Chacón León -Estados Unidos-
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