jueves, 20 de julio de 2017

TERMINA EL PÁRRAFO


En el altozano me tienes, en la plaza
ahogando los suburbios en los segundos del día,
ignorando la pulcritud de la propia muerte.
¿Te acuerdas cuando discurría el óbito
entre dos tercios de tu boca?
Sobre mis muslos latentes de ensueño,
y las espaldas rotas por una letra
que sabe a mil amaneceres en el consuelo.

Estar triste es un señuelo de la propia soledad
mientras la gota se percata de mi razón abduciendo
la química de los ramilletes.
Hecho poesía en verso muerto o prosa acabada.
Hecho memoria o virtud latente de los mediodías.
Caracolas subyacentes de hormigón armado.
El polvo negro de la pólvora, me quema las palabras
en los versos aullando acertijos sonoros
de madreselva o de estalactitas en lo irremediable.
Se puede ser indecente en los sonidos,
en el vil cubierto del almuerzo diario.
Se puede o no se puede, o se debe, se quiere
verter el sabor unísono de las carencias en las formas.
No discurro entre motetes o letanías.
Las abejas sitiaron mi panal clavándome las pupilas
como aguijones sin el trébol de cuatro hojas,
entre el azul o el intenso paladar de quien no le escribe,
entre el sudor de una roca, el clamor...
Clamor que opera y rebaja las defensas, y termina
el párrafo pronunciando la palabra que se repite
en la niebla de las damas.

Del libro EGO AMARE de ISABEL REZMO -Úbeda-

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