domingo, 16 de julio de 2017

NO ESTOY LOCO


Tengo fórmulas, ecuaciones, y dibujos prendidos por todas las paredes de la habitación, no puedo
evitarlo. Me duermo mirando esos apuntes, como si el sueño tuviese la solución a los problemas planteados.
A veces es así.
Ellos suelen incordiarme varias veces al día. “Es un claro acto de sabotaje”, suele decirme un colega mío, cuando paseamos. He denunciado esta situación infinidad de veces a las autoridades competentes, y no obtengo respuesta. Cuando llegaba de mis quehaceres, encontraba mi territorio sagrado profanado: apuntes por el suelo, mobiliario desplazado, incluso el colchón levantado. Todo
esto suele frustrarme mucho y desencadenar en unas intensas crisis, y éstas a su vez, en obligatorias y
tediosas sesiones de terapia con el psiquiatra. Un psiquiatra totalmente abducido por ideas contrarias a mis experimentos, empeñado en medicarme hasta la saciedad, cuando sabe de sobra que eso impide que mi cerebro rinda al cien por cien.
Se oye una voz familiar por la megafonía:
—“Atención residentes, son las cuatro y media. Como es costumbre en nuestro centro psiquiátrico de
alta seguridad, se procederá al registro de las celdas. Rogamos colaboren con nuestro personal, y
permanezcan tranquilos hasta que éste finalice. Gracias.”
Pues ya lo habéis oído vosotros mismos. Me apresuro a guardar en mi boca cuidadosamente plegado un plano de los accesos del recinto por los cuales puedo escapar. Si soy bueno, se marcharán enseguida.
Antes, me arrebatan de las manos el artículo de periódico que plasma la genialidad de mi obra.
Markus S. P. condenado a cadena perpetua en un psiquiátrico por los diecisiete escabrosos asesinatos que cometió a lo largo de décadas, con el fin de experimentar trasplantes de cerebros, resucitaciones, injertos humanos de miembros en animales… bla, bla, bla. Se sabía de memoria sus logros. Y sonreía al recordarlos.

Mar Roca Mercader (España)
Publicado en la revista digital Minatura 155

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