jueves, 27 de julio de 2017

LA SEXTINA DE EDGAR ALLAN POE


La luz descolorida de un quinqué
sobre la podredumbre del poeta
atrae a la polilla de la noche
hacia el espejo. El rostro, tras un velo,
revela el gris cobalto de unos ojos
que producen pellizcos en el pecho.
La fiebre alta, el estertor del pecho,
los surcos de la cara ante el quinqué,
han llevado el desorden de los ojos
a los duelos nocturnos del poeta,
porque la atmósfera semeja el velo
que envuelve los delirios de la noche.
El escritor, en medio de la noche,
sobre el río revuelto de su pecho
contempla el Bronx. Filtrada por el velo
de la memoria antigua de un quinqué,
Annabel Lee se abisma en el poeta,
materia vaporosa ante sus ojos.
Un dédalo de láudano en los ojos
poblados por los seres de la noche
acerca su belleza hacia el poeta.
Seres ambiguos silban en el pecho
los metales siniestros de un quinqué
enamorado del terror sin velo.
El escritor de Boston pone un velo
en el subsuelo de sus propios ojos.
La lastimosa Usher, que un quinqué
incendia con pavesas de la noche,
disuelve las necrópolis del pecho
en la tumba vacía del poeta.
Morella y Wyatt son, como el poeta,
personajes gerónticos, sin velo,
Muerte Roja del tuétano del pecho,
fragmentos de las morgues de unos ojos
que han cavado la tumba de la noche
bajo la luz de luna de un quinqué.
Arde el quinqué, y la llama del poeta
en cuya noche se ha tatuado el pecho
lanza un cuervo hacia el velo de sus ojos.

Miquel – Lluís Rubio i Domingo (España)
Ganador del IX Certamen Internacional de Poesía Fantástica
Publicado en la revista digital Minatura 156

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