lunes, 27 de abril de 2015

SOPLABA EL VIENTO


Aquella mañana, aquella mañana,
el viento me despeinó.
Soplaba con fuerza, con mucha fuerza,
haciendo vibrar los árboles
y levantando las faldas de las mozas.
Las sillas corrían calle abajo
llegando hasta la playa.

Allí estabas tú, allí, soportando el viento,
esperando verme aparecer
con mi traje blanco y mis zapatos negros
desafiando todas las reglas de la elegancia
que nada me importan porque nada sé
de combinaciones de colores
y me pongo aquello que me apetece.

Me diste dos besos y me entregaste
un cuaderno lleno de anotaciones
y dibujos que estudiaría página a página
para ver su viabilidad y si era viable
daría todos los pasos para realizarlo
sin dejar ningún cabo suelto
y que todos apreciaran sus grandes valores.

Pero ahora solo estabas tú con tu larga melena
movida por el viento y una hermosa sonrisa
y un cuaderno con un posible gran proyecto
que mañana tal vez se hiciera realidad
o se quedase solo en proyecto.
Yo decidía y solo tenía un par de días
para comunicar mi informe.

Pero eso sería mañana. Ahora estaba contigo.
Había tiempo para tomar un buen desayuno,
incluso para almorzar y cenar
en el mejor restaurante de la ciudad
los mejores platos de la cocina local
y después terminar en una discoteca
donde tomaríamos la última copa.

JOSÉ LUIS RUBIO

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