Me cuesta mucho poder encontrar la manera de explicarte todo lo que siento dentro de mí.
Es muy difícil poder encontrar la palabra justa, la expresión acorde, el sentimiento que la envuelve para presentarla en la medida exacta y con la desnudez de su contenido.
Pero voy a intentarlo porque quiero decirte que te amo y que me cuesta hacerlo porque no sé si vos me amás.
Estoy hablando sólo de lo que yo siento por vos, así que no quiero mezclarlo con los sentimientos que puedas tener para conmigo, porque acá es mi amor el que quiero describir, mi cariño, mi pasión, mi ternura, mi entrega, mi presente.
He dicho bien, mi presente, y sólo lo mencioné así porque no sé si tengo futuro a tu lado y no sé si quisieras tener futuro junto a mí, así que me limito a hablar del hoy con algunas reminiscencias del ayer.
Porque el ayer sí forma parte de mi vida, de mis sensaciones, de mis experiencias, y aunque una no quiera comparar, pues las comparaciones son siempre odiosas, es inevitable hacerlo.
Me doy cuenta de que jamás he tenido un sentimiento tan fuerte como éste. Nunca sufrí esa angustia que produce el no poder verte, ni disfruté de esa alegría tremenda de sólo saber que estás cerca o por venir.
Alguien dijo_ “Si sé que vienes a las cinco, ya a las tres comenzaré a ser felíz_ nunca había analizado esa expresión pero ahora me doy cuenta de que es así lo que me sucede, comienzo a ser felíz desde el mismo momento en que sé que vendrás o que sé de vos.
Siento aromas nuevos si estoy a tu lado, tu presencia es sinónimo de libertad, de coraje, de inhibiciones, de alegrías, de timideces, de pudores, pero por sobre todas las cosas, es sinónimo de amor.
Eso es lo que siento por vos, y nada mejor que decírtelo hoy, porque no sé si podré mañana, no sé si al ver tus ojos mi boca enmudecerá acallando mis labios por el bendito temor de no ver en los tuyos las chispas que despiden los míos de sólo presentirte.
Entonces hoy es el día, es el momento y es la hora de decirte:
¡”Te amo!, es lo que siento por vos, te regalo este amor que me desborda, lo pongo a tus pies pero sólo para que lo cuides, lo alimentes, lo valores, lo sientas, lo retribuyas, porque es tan mío y tan tuyo como tu desees que sea”.
Mas si no quisieras tenerlo, si todavía no estás a su altura, si no te das cuenta de su fuerza y de su verdad, o si no sientes la alegría de ver su inmensidad, devuélvemelo por favor, yo sabré ocultarlo intacto, triste, desgarrado y fiel por el resto de mis días.
Marta Díaz Petenatti
Publicado en la revista Arena y cal 217
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