Largos colmillos oxidados de nubes
se apilan detrás del horizonte
El sol se hiere en ellos, sangra,
es una sinfonía de colores...
Pasa el viento besando sus espinas
ellas no quieren irse, no las lleva...
están ancladas en el gris silencio.
Más lejos el sonido de la fragua
martilla su oxidada investidura
Un hombre pasa, silba su silencio
atrapado en la nada...
El horizonte se detiene y es un grito
que nadie escucha, que a ninguno llama.
El mimbreral se agota junto al agua,
el río lo detiene en su cascada.
Mira una nube que serrucha el aire
con sus largos colmillos oxidados
MARÍA ITZA
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