El arisco alazán baila en pasiones
irrefrenables. Sube bien la testa,
que orna de espuma. Grita su protesta.
Sacude con furor sus negaciones.
Patas tensadas sin vacilaciones.
Rezo salvaje que no halla respuesta.
Relincho solitario que contesta
al hombre que aparea pretensiones.
La rienda inteligente o el azote
hace bajar las crines y el cogote,
del caballo que acepta ser rendido.
Apretado se siente en el paseo
y manso al fin admite ese vareo,
mientras traga vergüenza dolorido.
LAURA BEATRIZ CHIESA (Ciudad Autónoma-Buenos Aires-Argentina)
Publicado en la revista Gaceta Virtual 100
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