Me trajeron un viejo álbum de fotos.
La primeras instantáneas eran en blanco y negro.
En ellas aparecía un niño de pelo rizado,
muy serio y con la mirada perdida.
Ese niño que fui yo ya no existía
se había perdido en el tiempo.
¿Quedaba algo de él en mí?
Quizás su imaginación
y un poco de su mucha timidez.
Después fotos con mis compañeros
de estudio en alguna de nuestras fiestas
algo cargados de vino o cerveza
ya con mi rizada y larga barba
que aún conservo aunque ahora
es más corta y blanca.
Siguen mis imágenes de excursionista
con boina, pantalón corto y mochila,
acompañado por amigos
y por el amor de mi vida.
Fueron tiempos de andar caminos,
de vivir la naturaleza plenamente,
durmiendo bajo las estrellas
y bañándonos en las frías aguas del río.
No podía faltar el reportaje casero
de mi boda, las fotos de mis hijos
en sus primeros años, sus cumpleaños,
comuniones y otros momentos de su infancia.
Después de muchas fotografías
de actos en los que fui protagonista
el álbum se cierra con la boda
de mi hija donde la emoción
me arrancó hermosas lágrimas.
Quedan todavía muchas páginas
libres que se irán llenando
con los próximos acontecimientos.
JOSÉ LUIS RUBIO
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