domingo, 13 de enero de 2013

LA LUZ A QUE RESPONDO


El amor fue una herida en mi costado.
El amor fue un oscuro pasadizo donde se debatía la inocencia como paloma ciega
profanada por perversos agravios dolorosos.
El amor fue un velamen de traiciones,
un desvarío esquivo e inclemente cercenando a mandobles los rituales,
las agrestes corolas violentadas por los dedos raquíticos del odio.
Y yo morí de corazón abierto,
morí como se mueren los que sueñan,
de afiladas frialdades, de sospechas, de llagas sumergidas en limones, de feroces destierros andrajosos.
Me debatí en oleajes homicidas sin más resguardo que mi llanto inerme
con una identidad de mascarones ofrendándose a crestas procelarias y centurias de cierzos melancólicos.
Agnóstica,
perdida en mis fracasos,
renegando de sueños,
de ilusiones,
no era más que la sombra de una pena,
sólo una maloliente alcantarilla donde el agua arrojaba sus despojos.
Entonces emergió,
por las rompientes,
el faro bautismal de tu ternura,
- candil de paz para un destino ciego -
linterna de afiebradas claridades restituyendo todos los asombros.
Y a la orilla del vuelo,
los panales,
el estallido de un abril sereno,
la paciencia explorando mis arcanos,
arrancándome espinas, desalientos, astillas de flagrantes abandonos.
Fue así que el corazón inhabitado emprendió los crepúsculos intensos detrás de tus seguras transparencias,
por ser la longitud de mi esperanza
y el destino de luz
al que respondo.

Del libro A espaldas del silencio de NORMA SEGADES-MANIAS
Publicado en Editorial Alebrijes

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