sábado, 26 de enero de 2013

DIVERGENCIA


Qué forma de quererme, en ciega espera,
pero sin esperanza discernible.
Tu piel, acantilado
en que se desmoronan imposibles.
Escuchas atabales en la noche,
y a la aurora violines,
pero yo no percibo sino el viento
a la orilla del río, entre los mimbres,
y no me dice nada su mensaje
como de alguien jugando al escondite.
Ves las rosas abriéndose, sus pétalos
de infinita blancura, o carmesíes,
y yo veo los troncos degollados
en la arboleda que por ellos gime.
Ves sobre el agua clara del estanque
deslizarse al crepúsculo los cisnes,
y yo tomo un martini en la terraza
en este atardecer de tonos grises.
Hemos trazado un ángulo, y las líneas
se alejan más y más. No son hostiles,
simplemente divergen,
aunque sin atinar a despedirse.
Y no tiene sentido
volver a las raíces.
Las cosas, las personas, van muriendo
desde su propio origen,
unas con más celeridad, conscientes
de su propio declive;
otras con la esperanza inquebrantable
de que todo, tal vez, será posible.
Mas lo único que siempre prevalece
es dolor y apatía. Y es tan triste…

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-

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