martes, 31 de julio de 2018

ENCANTADO


Mi cerebro se desquició al comprender que me había perdido en ese nubloso bosque. Tenía horas caminando sin poder salir de él. Siguieron pasando las horas y mi desesperación se exacerbaba hasta sofocarme. La bruma me obligó a caminar a ciegas, mis pies resbalaban con las escarchas de hielo que tapizaban el suelo. Pese a haber frío, mi cuerpo sudaba copiosamente y una serie de escalofríos me agredió como toques eléctricos. Era tal mi miedo a quedar atrapado en esta montaña boscosa. Que sentí que mi cuerpo se había automatizado, perdiendo sus sentidos. Un lejano murmullo de agua venía y desaparecía a mis oídos. Mi vista cuando creía enfocar esa cascada, la perdía con mis cansados parpadeos. Una hilera infinita de árboles como pelos en la piel de la tierra, la difuminaban hasta borrarla por entero. Mis dedos no discriminaban las texturas que tocaban. Quise gritar, pidiendo auxilio, y mi voz se negó a salir. Estaba preso entre la bruma y el silencio. Ya no había senderos en la arboleda. La alta maleza crecía como un verde muro. Al caminar tenía que empujarla con las rodillas. Hubo momentos en que detenía mi marcha para hacer reposar a mi cansado cuerpo. No podía estar del todo quieto, sentía que la maleza me abrazaría devorándome como a un insecto. No pude más, mis fuerzas habían llegado al límite. Exhausto me rendí, y me quedé dormido. Ignoro cuánto tiempo después, sentí una claridad por fuera de mis ojos, y a mis oídos regresó nuevamente ese rumor de río, acompañado de risas cantarinas. Abajo de este cerro estaba el campamento…

Antonio Fco. Rodríguez Alvarado

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