domingo, 29 de julio de 2018

EL PUEBLO DE LOS MISTERIOS


Una trama bien entretejida, portadora de estilo su la palabra escrita llena de misterio el ambiente. Giros que se bifurcan a la búsqueda de una mujer que desaparecido, en un pueblo asustadizo con  “brujas” extrañas y un cacique que todo lo puede.

La novela de Antonio García Velasco ofrece una trama bien entretejida poseída de estilo en una narración que no aburre lo que no podía ser menos, en su preciso dominio del lenguaje. Los diálogos  cortos muy medidos se ajustan con amenidad al coloquio entre los personajes, semejantes a la de los buenos maestros de la literaria de misterio e intriga. Y esto favorece los valores de la narración de conjunto de tan misteriosa historia. Seguro agradecimiento por parte del lector para discurrir por los sucesos de El pueblo de los misterios, donde ocurren cosas sorprendentes por reunir  unas condiciones “geofísicas y electromagnéticas propicias a la visita de esos aparatos, poco imaginables.

La historia comienza con Tomás Prados cuando llega al pueblo de Cerrado del Valle de unos ochocientos vecinos. Su viaje se debe al deseo inquieto encontrar con su novia, con la que ha roto las relaciones debido a unas discusiones entre ambos al no comprender por su parte el extraño interés  de ella, por el tema de los ovnis a la vez que, un tanto embebida, por la influencia de Viento Díaz, presidente de la Sociedad Internacional de Ufología (SIU). Lo cierto es que Tomás, todo es llegar al pueblo confiado en firmas la paz con su novia, al busca información percibe algo extraño dada las evasivas y silencio que recibe a la que, la presencia un tanto imperiosa de una encantadora joven llamada Rosario, que al parecer “todo lo sabe” y poder para lo conseguir lo inimaginable lo deja intrigado.

Aquí la narración toma un giro misterioso, bifurcación de caminos aparentemente muy diversos, pero que en el fondo del oscuridades envolventes en que se ha convertido la desaparición de la novia de Tomas, se convierte en circunstancias entrelazadas. Todo es intrigante, destacando la “casa de las brujas” que no son otra que dos mujeres muy enigmáticas Rosario Granados y María Caniquí. Y por otra parte, lo más interesante en la vida diaria del pueblo es la del cacique dueño y señor absoluto del que dependen, directa o indirectamente la mayoría de los habitantes del municipio. Una vecindad que calla cuando se le pregunta por medio ante las represalias del amo y señor.

Y dentro de ese mundo vecinal entre la realidad y la ficción en el que se encuentra envuelto Tomás, su monólogo interior reconsidera que ha sido injusto con su novia y con el mentor en ese mundo extraño, por ello la desea encontrar aunque nadie le da alguna pista, dos sutiles mujeres y el cacique parecen ser las fuentes de donde pueden brotar la realidad y el deseo de tanto misterio al parecer de otros mundos y cielos. Las mujeres sienten en avidez carnal de poseerlo, el de Rosario tiene un imán que logran la satisfacción para su apetito sexual, la otra mujer, hija del amo del pueblo, lo tiene todo, pero le falta lo vital el hombre y la comunicación en todo los sentidos, pues vive una opulencia familiar pero su pasión por la literatura la lleva a lograr atraerlo para comunicarse y a la vez sumirse en la pasión.

Una historia bien montada entre lo posible y lo extraño, extraño lo de esas dos mujeres llamadas “las Brujas” protagonistas al convertirse en sus anfitrionas. Y por otra parte el cacique que simboliza  aura del poder por un caso y por otro, el prototipo de dueño y señor explotador de todos aquellos que malviven trabajando en sus explotaciones, cuya precaria vida provoca a veces el maltrato y la desesperación en las explotadas familias. En resumen, una novela de tenso interés entre lo real y lo que parece ser irreal, un libre mediocre no podría mantener el interés del lector. Balzac, sobre el compromiso de escritor señalaba: “No basta con ser un hombre, hay que ser un sistema”

Francisco Vélez Nieto
Publicado en Luz Cultural

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