Quise conversar hoy contigo, quise saber si algo te apremia, si algo te aflige y hubieras deseado o necesitado compartir conmigo; quise que me contaras algunas tonterías, y tal vez que fruncieras tu ceño si alguna de ellas no era tonta, y sí muy seria; quise que combinaras el humo de tu cigarrillo con el humeante café de Jardín, mientras yo, que ya no fumo, me concentraba en el fuerte sabor del Espresso, en su aroma y gusto a durazno que me hubieran transportado a un vetusto cafetín de Trieste, donde algunas veces gocé un café acompañado de deliciosa soledad; quise que miráramos de reojo las bellezas que por aquí caminan, y quizás de frente y a los ojos a sus abuelas, que en dias lejanos fueron nuestras hermosas amigas; quise que lloraras ocultando tus lágrimas al confesarme un problema; quise que la soledad que te angustia, conmigo hoy desapareciera; quise que nos quedáramos un momento sin tema mientras escuchábamos hermosas y mudas palabras de amor por la amistad eterna; quise que me contaras enorgullecido de tu nieto ya en bicicleta, que ha convertido en pirineos la sala de tu casa, y al que ahora no llamas Maxi sino Egan; quise esperarte un momento mientras te distraías con el Whatsapp como si fueras un millennial. Pero nada de eso pude hacer, porque llegaste para hablar de dinero y política, y para hacerme una relacion de absurdos y ajenos problemas, para hablarme de inquietantes y reiteradas actitudes de corazones podridos y de almas en pena y sin pena. Mañana tengo cita conmigo, y compartiré las cosas buenas.
Jorge Alberto Velásquez P.
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