Espero al astro de mi fortuna
mirando con ojos de luna
la plena soledad del cielo
donde está todo y no te veo
y todas las estrellas se suman
¡ay, amor!, que estás tan lejos.
Elévame a tu desdichada altura
donde los besos se dan a oscuras
y se replican en los ecos
en que me ahogan tus celos,
después, despéjate de tus dudas
y suelta mis aferrados dedos.
Los que apenas se sostienen, queriendo
moldear las curvas de tu cuerpo,
los que nunca conceden auxilio,
quizá, porque nunca fueron míos
como tus promesas o tus sueños
por ello tus labios eran tan fríos.
Pero, en ti, yo desespero
porque te siento estando tan lejos
o siento al romper los vidrios
el dolor cuando te has ido,
la tentación de tus labios bermejos
como la indiferencia de tus caprichos
cuando me negaste aquel beso
que tanto me ha herido,
aquel dolor... que tanto deseo,
aquel suplicio al que todavía aspiro.
Luis Maria Saiz
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