Aquella tarde bajo cielos opalinos,
mi alma perdida, mi alma solitaria
te buscaba entre los rastros
que esconden viejos caminos.
Un abrojo suficiente hubiera sido
como signo, como huella solidaria
para calmar la angustia que arrastro
y detener la ausencia del olvido.
¿Cómo podré gritarte lo que siento,
si borraste toda señal, todo indicio?,
ya ni en los recuerdos te encuentro,
triste me abrazo a un ayer ficticio.
Pero aún, con dolor y pena,
algún día sabrás que te he querido
y aunque tu alma sea ajena,
no moriré sin haberlo cumplido.
Volveré por los senderos
que ayer juntos recorrimos,
navegaré en barcas y veleros,
llegaré a las montañas que ascendimos.
Encontraré el vestigio que persigo,
una piedra guarda en su esencia fría,
grabada la promesa que te hice amigo:
lejos o cerca eres tú, mi poesía.
Hasta el final amado mío, en la soledad,
en la nostalgia, la tristeza o la alegría,
en el amor, la mentira o la verdad,
llegada o partida,
serás mi huella, mi poesía.
Lyda García Espinosa -Colombia-
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