Marionetas tejidas con vientos,
espejos pordioseros de atardeceres;
cuánto quisiera danzar a compás
del silbido y raudo paso del relámpago
reflejando la misma tristeza.
Campos trillados después de la siega,
avalanchas humeantes luego
del torbellino envolvente de barro y piedra
cuándo llegará el día esperado
de auroras interminables y noches fugaces.
Luciérnaga de cansado vuelo
con tu lamparín verde pálido
llévame tras las cataratas furiosas
donde las lágrimas ya no sean más
laceraciones y despojos dolorosos del alma.
Manzano silvestre y arisco
en su florecer ya siento disimulado
el tronar punzante de las miradas
resbalándose entre pupilas ciegas como
si fueran piedras rodantes, perdidas.
Mañana desacostumbrada y lenta
vienes ojerosa, callada; demencial
intentas contagiar tu lamento de viernes
sabiendo que el domingo partirás con rumbo
desconocido hacia el letargo y los sueños.
Orlando Ordóñez Santos
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