Añoro el añil del cielo
de mi terruño de antaño.
Un cariño sin engaño
me acompaña, no es señuelo.
Me tiñe como un pañuelo
ceñido al puño del alma.
La mañana extraño en calma,
el cañaveral de ensueño,
la montaña, el caribeño
guiño aledaño de palma.
Jorge García de la Fe
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