Por más que trato de ver tu cara en la hoja en blanco, sólo descubro tu cabellera cana, tu pálida mirada y tu sonrisa anémica. Tomo un pincel y pinto tus ojos de un color glauco, tu sonrisa de un tono ocre y tus labios de un matiz rojo encendido. Alejo la hoja para apreciar tu rostro en la distancia y siento que hace falta enmarcarlo. Doy una pincelada oscura a tus cabellos y rodeo el contorno de tu cara con el resto del pigmento formando un aura de penumbra, que hace resaltar el brillo de tus ojos, la intensidad de tu sonrisa y el conato de beso de tus labios. En apasionada ansiedad dibujo el resto de tu cuerpo, dándole solidez y movimiento a las mórbidas curvas de tu exquisitez de mujer, y una vez terminada mi creación, alzo la cara al cielo y cerrando los ojos para no profanarlos, invoco a los dioses del amor que me regalen tu vida para compartirla eternamente con la mía.
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado
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