Mar picado, gaviota en vuelo
y no muy lejos surca un velero,
estable punto bajo aquel cielo
roto en migajas y sin consuelo
Abriga el mástil con tacto lento
lo besa dulce, mirada en fuego
Queda embriagada en el deseo
Desde aquel día, la vida es juego
Guillermo Sánchez
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