Zalameras y suaves, las olas,
se escurren de la orilla;
donde dejan su brillo
de saladas caricias
donde dejan su aroma
de aletas y escamas
donde dejan su rastro
las profundas estrellas.
Mientras la luz dorada
pinta el acantilado,
esos copudos pinos
que se asoman al mar
tienen sueños de pájaros.
Y en la mágica noche
la luna ya crecida,
se convierte en espejo,
de pálidas sirenas.
María Jesús Zaldívar Navarro
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