Cuando el sol se apagó,
él llenó su vaso y brindó
a la salud del sol
y lloró en soledad.
Cuando el invierno
colocó su garra blanca
en el cuello de la ciudad,
él llenó su vaso y brindó
a la salud del sol
y lloró en soledad.
Y cuando el reino de la oscuridad del infierno
vino a gobernar,
y cuando el eterno fantasma del pan
desgarraba el rostro del humano,
y cuando los rayos callaban,
cuando los televisores callaban
y cuando los periódicos callaban,
él llenó su vaso y brindó
a la salud del sol
y lloró en soledad.
Y en fin,
cuando el calendario con un grito anunció el amanecer,
él llamó al pueblo
casa por casa,
calle por calle,
colonia por colonia,
pero no había nadie en la ciudad,
nadie andaba en las calles
y las casas, cruelmente, estaban desiertas.
En el amanecer
él, avergonzado, se puso de pie,
entre milagro y felicidad,
rompió el vaso y lloró en soledad.
Edward Haghverdian -Armenia- (Traducción de Mohsen Emadi, Vahe Armen y Arturo Loera)
Publicado en Periódico de poesía 92
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