Cada tanto algo resuena dentro de mí y me alerta. Así las cosas, recibido el aviso pero no la receta, me armo con lo necesario y salgo a buscar algunos ingredientes que, me parece, todos juntos o tal vez por separado, en algún momento se convertirán en un manjar o en un pantano para los otros. Mientras camino, presumo que los ingredientes se encuentran muy cerca. Lo indispensable para ayudar a construir el relato se halla bien al alcance de la mano, una verdadera ganga para quien decida aprovecharla sin levantar la perdiz, diría en voz baja si alguien me preguntara al respecto. Sólo es cuestión de recorrer las calles y esquivar los vehículos, observar lo que pasa afuera, arrancar la tapa de alguna alcantarilla y meterse por el agujero, adentrarse en las zonas oscuras y así conseguir instaurar el matete en la cabeza. Cada percepción irá a parar al lugar que le corresponde y al sentarme a escribir procuraré que la mescolanza se cocine de la mejor manera y al final, si es que existe un final para este asunto, estaré contento de haberlo intentado una vez más, con el ánimo dispuesto a salir a bus-car algunos nuevos ingredientes, cuando llegue la hora y no quede otro remedio que insistir en tratar de encontrar alguna posibilidad que me permita volver a fracasar.
Mario Capasso
Publicado en Estrellas poéticas 59
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