Quitamos el hacha de dos filos hiriendo la noche.
Mientras en el salón los hilados tejían nuestra vigilia
y la mirada apergaminada del jabalí de Tracia
era rociada con el agua sagrada de primavera.
Nos habíamos detenido en las tiendas,
alentábamos la voz de los sirvientes luego del baño de nueces
y antes de la espalda desconocida del bárbaro.
Lejos, el mar volvía a su lecho
y el Borea desgranaba nuestro perfil mientras marchábamos.
La veleta de los vientos honraba a los dioses
indicándonos el buen rumbo.
Del libro “Los pies de Ulises” de
Ángela Gentile -Argentina-
Compartido por Rolando Revagliatti
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