hoguera, verbo nuevo, corazón que galopa
y repito tu nombre, mi Dios, el tuyo sólo.
Prisionera de ti, mendigo de tu pana que es pan de Amores
y yo para tu Amor nacida,
peregrina del agua que apacienta mi cauce,
que nunca el desaliento, la culpa o el pecado
detengan mi andadura,
yo, caminando en la luz, la perfección.
Tú sólo mi tesoro, mi espejo, mi aleteo.
Náufraga de tu mar, borrachera divina que perfora mi entraña.
Que mi grito y mis lágrimas se enreden en tu estela,
mi temblor sea ascua esperando la muerte
-paloma herida, cárcel y delirio
calofrío que recorre mi piel y la traspasa-.
Te ofrezco mi cansancio,
mi voz de bajamar,
estos ojos diezmados por fuego y por cellisca
que otros días brillaron con prodigio divino.
Isabel Diez Serrano
Publicado en Pensamiento poético
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