viernes, 21 de octubre de 2016

ANARQUÍA


─¡Shane!, ¿adónde vas? Por favor, quédate con nosotros ─suplicó su tía, quien no podía contener las lágrimas.
─Esa fila es interminable, aunque las condiciones sean críticas, este es nuestro planeta y lo conozco
─Explicó el joven a la única hermana de su madre que se mantenía en pie─. Además, no sabemos a qué lugar nos llevarán esas naves.
─Todo está colapsado, no hay alimentos, los servicios ya no existen y la inseguridad es alarmante. Tus padres me encargaron cuidarte, eso es lo que trato de hacer, como si fueras uno de mis hijos.
─Ve con ellos tía, te esperan. ¡Te amo!
El chico empezó a correr y a alejarse, su tía lo llamó por última vez, casi sin energías.
─Shane…
A pesar de todo, él esperaba que todo saliera bien para los que abordaron las naves. Se quedó a una
distancia prudencial y observó algo extraño: después de poner a los terrícolas a bordo, los esturilim
bajaban de las máquinas. Estaba atento cuando la primera se elevó y explotó en el espacio. Sabía que no podía hacer algo para evitar que a la tercera le ocurriera lo mismo.

Óscar Quijada Reyes (Venezuela)
Publicado en la revista digital Minatura 151

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