martes, 6 de agosto de 2013

EPÍLOGO (III)

IV

          Inmanencia es una divinidad terrestre que inventé hace un tiempo,  y a quien imaginé dispensadora de dones especiales, como  las delicias del amor, las peripecias conyugales, las temperaturas agradables, la saciedad, los juegos..., es decir, eso que en tanto Diosa le competería. ¿No la han visto atravesar descalza los jardines de la casa de Rolando? ¿No se percataron que charlaba con Nicolás Olivari, con César Vallejo (ni una lágrima en ellos) y con un Oliverio des-solemnizado hasta los tuétanos? Inmanencia,  la Diosa,  hacía su trabajo.
          Y el poeta, por su parte, espigaba unas líneas a su  amada:
          “Seguirla”:  Se refugió la perinola de tus pretensiones/ en el cuchitril de mi indolencia/ halló la calefacción exigua/ que dejaba en la almohada mi cabeza//
Me arrojé a mis brazos/ cuando supe en lo hondo/ que maltrecha y dormida me esperabas/ para seguirla/ todavía.
          No tocamos una cuestión menor cuando, remitiéndonos a algunos conceptos de Harold Bloom, pretendemos señalar   precursores en la poética de Rolando Revagliatti.
          ¿De qué se apropia nuestro poeta, qué rechaza, en qué medida la tradición deposita una antorcha en sus manos para que su poesía avive o desmerezca el fuego?
Olivari, Vallejo, Huasi, Girondo, no conforman una línea de cuatro impasable y, sin embargo, defenderían  buena parte de la forma expresiva que eligió Rolando (eligió, en este caso, vale tanto como decir  fue elegido).
          Decíamos de aquel jardín despojado de los lamentos de  Olivari y Vallejo, lugar donde  Girondo no pudo ser solemne: ellos donaban familiaridad,  materia vinculante.
          Rolando, desde una absoluta inmanencia, ha capturado ciertos datos, ciertos significantes de estos inolvidables poetas, aunque en un aspecto tan particular que las conciencias desgarradas de Vallejo, Huasi y Olivari no vuelven  recicladas, infladas de sí. La problemática es distinta, el drama, otro. Drama que a partir del título delimita un “hasta acá”, como dando a conocer el campo operativo de sus conjuros poéticos.
          Hablo de una riqueza desplegada en estas OC.

Epílogo de José Emilio Tallarico para la tercera edición soporte papel del poemario “Obras completas en verso hasta acá” de Rolando Revagliatti.


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