Un rabino jasídico promete a uno de sus discípulos que salvará a su mujer agonizante por la sola fuerza de la oración.
Días después el discípulo lo enfrenta llorando: su esposa ha muerto.
–No es posible –asegura el rabino–. Mientras oraba, logré arrancarle su espada al Ángel de la Muerte.
–Mi mujer está muerta y enterrada – insiste el joven.
El rabino medita unos instantes, tratando de entender.
–Hay otra posibilidad: quizás al ver que ya no tenía espada, el Ángel decidió estrangularla con sus manos desnudas.
Lo curioso es que esta breve historia haya sido recopilada por Nathan Ausubel, el incrédulo, en una colección de cuentos humorísticos.
Ana María Shua (Argentina)
Publicado en la revista digital Minatura 124
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