tengo, novias angélicas, las manos;
me las desnuda el agua, en sus livianos
vagabundeos de idas y venidas.
Las envuelvo de nuevo en pretendidas
vestiduras nupciales, y son vanos
mis esfuerzos; los ímpetus profanos
de la ducha derrotan mis medidas.
Su aspersión es amante disoluto
persiguiendo el desnudo. Si disputo
su poderío, perderé yo mismo.
Sucumbo a sus intentos. Recubierto
mi cuerpo entero de jabón, advierto
que tal lluvia me acerca al erotismo.
FRANCISCO ÁLVARES HIDALGO -Los Ángeles-
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