Cada palabra es una gota que rompe la sangre de ébano de una estatua llena de globos.
Unas palomas revolotean entre palabras que no dicen nada porque son lágrimas del sudor del hierro del olvido.
Cada hueco entre silencios es el lanzallamas del eco de lo que no nos decimos.
Como un traje de época las palabras son el corsé que hunde la casa de la cotidianeidad.
Tanto por decir mientras el teléfono descansa vacío y pegajosos.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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