viernes, 31 de mayo de 2013

CON LAS PRIMERAS LUCES

Con las primeras luces, vi el amasijo de cuerpos ensangrentados que se amontonaban anárquicamente por acera y calzada. Escupí un liquido negruzco, no sé si parte de mis pulmones o motivado por el aire infecto estancado sobre la ciudad, antes de registrar varios cuerpos hasta dar con el paquete de cigarrillos ansiado. Prendí el pitillo con el chisquero y exhalé un humareda pardusca que pronto se confundió con el vapor mortífero y pegajoso a modo de niebla. Recordé que era verano, el mes de Julio para ser más preciso, y que entonces deberíamos andar en camiseta disfrutando de cualquier refresco al cobijo de una sombra acogedora. Fue entonces cuando vi venir al niño, lloroso, desharrapado, temblándole en la mano una vieja pistola con la que apuntaba. Yo estaba sentado, incómodamente, sobre el esqueleto de una antena parabólica, fumando, y él me enfilaba sollozando, desasistido irremediablemente, encañonándome cada vez más cercano.

MANUEL JESÚS GONZÁLEZ CARRASCO

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