martes, 8 de enero de 2013

TERRAZA


He viajado tanto
desde este punto inmóvil, y sin brújula,
por la bruma del tiempo que fue nuestro,
con la mirada fija en la tersura
del ascendente filamento de humo
del cigarrillo huérfano, que nunca
parece desviarse
en su éxodo a la altura…
¿Cómo puede tan débil despedida
seguir en vertical tan absoluta,
sin temblor, ni desvío,
indicadores de sorpresa o culpa?
En esta tarde calma
la brisa está de siesta. Se refugian
los recuerdos al fondo soledoso
donde hace mucho se apagó la música.
El silencio los hace más intensos.
Prosigo en mi burbuja,
ajeno a todo cuanto me rodea,
murmullos al pasar, arquitectura,
nubes reestructurándose;
en transparencia todo, sin arrugas,
casi como el espejo sosegado,
sin mutabilidad, de la laguna.
Y no comprendo nada.
De cuanto sucedió, de la atadura
que repentinamente se deshizo,
de las razones que el cerebro busca
para embozar de lógica
cuanto el alma, por lógica, repudia.
Hay cosas que resisten
reclasificaciones, conjeturas,
y hay que dejarlas quedas, si se puede,
calladas y en penumbra,
en su adusta quietud de cementerio,
aunque de nuevo, eventualmente, surjan.

La tarde se complica
con unas gotas tímidas de lluvia.
El cigarrillo ha muerto cuando el humo,
su alma simple, desnuda,
se desunió del tronco,
y ya invisible en lo alto se refugia.

Se me ha quedado frío, como el tiempo,
el café en la tacita; y las preguntas
que uno se hace a sí mismo,
también se quedan frías, o confusas.

Dejo la mesa, inicio la partida.
Qué triste ambiente el de esta tarde turbia.

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-

No hay comentarios:

Publicar un comentario