martes, 15 de enero de 2013

MIS ESCENAS FAVORITAS DE LA HISTORIA DEL CINE


“Magnolia” es, sin duda, una de las pocas películas relativamente actuales que pueden ser consideradas como una obra maestra en toda la extensión del término, una cinta que ha quedado en el olvido para el gran público pero que se quedó grabada a fuego en el alma de los amantes perennes del celuloide.
Y si toda la película en sí es una oda permanente al buen cine, un homenaje a todos los creadores que se han empeñado en convertir esta industria en arte, la escena final es sencillamente memorable.
Repleta de creatividad y originalidad, Thomas Anderson no podía haber encontrado mejor epílogo para tamaña película. Los acordes de “Wise Up”, de Aimee Man, son coreados por los protagonistas de la película mientras que la fuerza visual de la cámara hace el resto, abriendo, que no cerrando, la película, porque “Magnolia” no termina con la palabra “Fin”, sino que empieza en una historia interminable, pero de las de verdad, la historia de la vida, de la nuestra y de la de todos los que nos rodean.
No te quiero destripar, amigo lector, todas las historias aparentemente inconexas que acaban por tener un sentido a medida que avanza el metraje, por lo que no entraré en detalles sobre la película, eso sí, sólo decirte que si no la has visto te estás perdiendo una auténtica delicia. Regalátela en estas fechas de consumismo extremo.
Tan imponente es la esencia de “Magnolia” que su director, Paul Thomas Anderson, ha sucumbido a todas sus tentativas de emular el éxito, con películas irregulares que en ningún momento logran emocionar como ésta, sin duda, una de las mejores películas de los últimos 20 años.
Sólo “Pozos de ambición” ofrece un acercamiento estético más que otra cosa, porque el guión parece demasiado artificial y todo acaba por concluir en una trama fría y que no transmite la emoción que sí se encuentra en “Magnolia”.
Lo dicho, amig@, no pierdas más el tiempo, deja de leer lo que te estoy contando y vete al videoclub, físico o virtual, y disfruta con esta obra maestra de nuestro tiempo.

Rubén Sancho
Publicado en la revista LetrasTRL 54

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