jueves, 10 de enero de 2013

MAHÉ ISLAND


Amanecía cuando llegué
para ver una corona blanca, casi roja,
en las alturas, para oler cadáveres
de acera con aliento de tiburón.
El cielo gesticula con un batir de alas
queriendo gritar: ¡Alejaos!
Miran las macetas de cara amarga
al superviviente moribundo
de una noche que fue un susurro de colillas.
La compasión enmohece a los demás,
la melancolía es la noche.
¿Qué lugar es aquí donde las nubes
Son espuma de mar extraviada en otro mundo?
Aún sigue su baile despechado
un eco infinito de sonrisas.
Sólo los caracoles saben
dar los buenos días y el mar entonces
está al alcance de la lengua.
Bocabajo mueren los murciélagos.
Temblando de calor, Tiritando
de tristeza los borrachos o los marineros
se despiden para siempre.
La luz pide la palabra
que los corazones le negaron, pero
una canción permanece despierta
asida con sutileza por unos dientes manchados:
“Será mejor que te asesines
Si te encuentras y buscas un culpable”
Y yo respondo: en la mañana. En la mañana
ni entran a puerto
ni se hacen a la mar
los barcos que reposan su vientre
en la bahía. El alma de las piedras
podría ser un título de canción pues:
“Será mejor que no sepas nada
Para estar en paz con el sueño”.
Amanecía cuando llegué
y ya nada volverá a ser igual.
Millones de niños abandonados
salen hoy a la calle en una búsqueda
interminable, imposible, dolorosa.
Llevo ahora los pies mojados como de angustia.
Tampoco quieren marcharse
los mercantes atracados
en el puerto de la esperanza.
No hay cura posible para los relojes,
para las cadenas,
para los verbos, para el mar.
Mientras los acantilados entonan
su balada última al náufrago
los horizontes abren sus puertas.
Una lluvia de estachas
acribilla oblicua los caminos.
Si nos bastan los besos escupe mi lengua,
si los exclamativos pezones,
si la violencia en las montañas
y el caramelo bajo el pubis
no te sacian, no te son infinitos,
¿Qué otras oraciones puedes inventar?
Aquí la lluvia sólo moja los tobillos
con la más auténtica de las angustias.
Alguien trajo un poema,
murió de pobre.
Él mismo volvió después
armado ahora con un libro de versos,
pero estos, también de pobres, murieron.
Media vuelta y avante
si un serviola descarado grita:
¡Tierra! ¡Tierra a la vista!

EDUARDO FLORES
Publicado en el blog lamuertedelsuspiro

No hay comentarios:

Publicar un comentario