Hoy, empecé una manera alocada de cantarte cosas sin
necesidad de tener que echar mano a la taza de café sobre
la mesa que tanto me distrae, y que a veces me enrumba
sin piedad por senderos que no suelo recorrer en momentos
especiales, como este, plagados de tristezas alegres, alegorías
equivocadas, duelos blancos, decirte que te extraño teniéndote a
mi lado, cerrarte para no ver, opacar mi vista para mirarte de
reojo, envuelta tú en tulipanes, resbalándote entre rosas hacia
un pozo profundo en donde, cuando cae tu cuerpo, salpican en
medio de fresas, otros miles de cuerpos tuyos, millones de
muslos, tersos, brillantes, sonrisas que abrazan en competencia
inaudita casi, al borde del abismo;
he empezado a mirarte desde tus costados, ver tu perfil, dibujar
la forma de tus pestañas, así, alitas que suben y bajan con
cierta temporalidad, y que, cuando se detienen, parecen barquitas
a las que debo subirme para tener otra perspectiva del amor, todo
visto desde arriba, observando tus fosas, el borde de tus labios,
tus hombros como almohadas desde donde se desarrolla, en un
lienzo, el resto de tu cuerpo;
te he acostado para mirar cómo subes y bajas cuando sueñas,
tus dedos parecen seguir un mando invisible que tiene la magia
de comandar melodías infinitas, y las notas envuelven tus piernas
hasta tornarlas en páginas complejas dignas de un genio, tatuada
de notas en clave de sol, que se vuelven sonido cuando recorro
sin pausa cada centímetro de ellas, soy, en ese instante, un maestro
de la ópera que también tú diriges, desde el silencio de tus sueños;
creo, que he tocado lo que sueñas, tus ansias, tus desvelos, todo,
lo he visto desfilar encima de las calles, acompañado de melodías
turcas, colores intensos, fuertes, pude tocar tus anhelos, tu alma
de hace unos segundos, tu cuerpo convulsionó entre luces celestes,
y luego volteaste y me dirigiste una mirada que ahora trato, quiero,
intento expresar, narrar, con estas palabras.
Del libro “POEMAS DE AMORES CORREGIDOS” de
Gustavo García Soto -Perú-
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