Cuando mis días
estaban signados por la rutina y la vanalidad,
te encontré
esa tarde de marzo.
Allí
me detuve
en tu mirada,
oasis de ternura y desamparo.
Solo sé que resides
en un jardín encantado
de mariposas y luciérnagas,
donde me transporto,
para arribar al maná de tus besos.
Poblador de mis insomnios,
brisa vivificante de las madrugadas,
tu voz acaricia mi alma
y me conduce a las nubes.
Hoy mi espíritu renace
del martirio y del exterminio,
de la indiferencia
de antiguas tristezas.
Somos artífices de la palabra,
constituyendo esta unidad,
patrimonio indestructible
de valores y principios inalterables,
en procura del estandarte del amor.
ZAIDA JUÁREZ -ARGENTINA-
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