No te equivoques.
No quiero vivir pensando,
lo distante de tu abrazo,
las tinieblas del fracaso,
ni la frialdad de tu carne.
Prefiero la risa nocturna,
la palabra de aliento,
las flores en fines de semana
y la esperanza de tenerte
siempre.
Porque quiero tu mano
rozando mi mano inquieta
y tu piel deseando
mi amorosa luz de primavera.
Consuelo Rodríguez (Santiago de Compostela)
Publicado en la revista Aldaba 31
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