El recuerdo de repente viene, no sé cómo,
ni por donde pero llega.
Pero más se da, c uando estoy debajo de ella,
de la regadera, en punto de las 9 de la noche,
de la que fluye el agua tibia, la que baja desde
mi rostro anciano y trascurre sobre todo mi
cuerpo ya algo quebrado...
Todo se hace tibio, tierno, suave; el agua caliente
ayuda a que me relaje, cierro los ojos para que
el jabón no se meta en ellos...
y de ahí, de repente viene, no sé como, ni por
donde llega; y empieza el sentimiento a invadir
mi cuerpo y mi mente, lo que provoca que esboce
pequeñas y placenteras sonrisas, me abrazó fuerte
casi hasta fundirme en mi mismo , y por ratos de
mis ojos sale alguna lágrima…
Así es el recuerdo del cálido vientre de una madre:
es el mismísimo cielo injerto en cuerpo de mujer;
en el que se resguarda al mayor de sus tesoros,
al hijo que viene o a la hija que se espera, una
especie de crisálida humana, el vientre materno,
en el que permanece uno, dando pataditas de
contento hasta el día en que uno nace .
La crisálida en la que se encuba al nuevo ser.
Es el recuerdo que de repente viene, no sé cómo,
ni por donde pero llega.
A veces a las nueve en punto de la noche…
GILDARDO CARRIÓN
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