Pasa ya de la media noche y sigo sentado frente a la computadora rodeado de tanta oscuridad, la luz de la pantalla se refleja en mi rostro y hace que parezca un espectro salido de un verdadero cuento de terror. La cruda realidad me provoca el insomnio que me mantiene mucho más anclado a la fantasía, que ya de por sí tan proclive soy a vivir en ella.
Lleno hojas en blanco de relatos cargados de personajes todos ficticios que con sus aventuras generan
adicción en mis lectores y me permiten procurarme ciertos lujos.
Y así es en realidad mi vida personal, he transformado mis andares amorosos en simples aventuras
quijotescas, y seguro estoy, que no formarían parte del argumento más elemental de un adolecente tratando de enfrentarse a las desilusiones de su primer amor. Pero yo por el contrario, entrado ya en mis cuarenta años, sigo viendo en ella a mi hermosa señora Dulcinea y convencido de que como decía don Quijote a Sancho Panza, hay alguien que con sus malas artes ha transformado a los gigantes en simples molinos de viento con el sólo afán de quitarme la gloria de su vencimiento; un pretexto más para justificar lo injustificable.
Cuando cerca del amanecer apago la computadora y la realidad que se había mantenido al acecho se cierne sobre mí, transforma sin piedad alguna a mi amada Dulcinea en la simple labradora picada de viruelas y a los amenazantes gigantes en simples molinos de viento. Si la pesadez de la verdad me hace insoportable su crudeza, regreso a la computadora para aporrear las teclas con una furia sólo digna de aquel que entra en un trance creativo, y así, abrazado a mis fantasías de Caballero de la Triste Figura doy lugar a convertirme en el creativo Caballero del Teclado y refugiarme otra vez más en la fantasía que me permite soportar mi realidad.
Mª del Socorro Candelaria Zárate (México)
Publicado en la revista Minatura 153
No hay comentarios:
Publicar un comentario