lunes, 5 de diciembre de 2016

MANERAS DE MIRAR POR LA VENTANA


Sabe que tengo algunos libros de poesía publicados (quién no los tiene hoy en día) y le gustaría conocer mi opinión. Algún comentario previo me pone en alerta, pero estoy acorralado. No me queda más remedio que aceptar. Leo su poema. Al primer verso, pienso: mierda. Al segundo: ídem. Y así. Lo que viene a decir su poema: que amanece mientras él mira por la ventana. Esto lo cuenta en veintitantos versos de manera rebuscada, engolada, como si el hecho de mirar por la ventana, una vez disfrazado de esta manera, fuera más, se convirtiera en algo más elevado o trascendente. Por supuesto, hierra el tiro. Mirar por la ventana mientras amanece puede ser la cosa más fascinante del mundo, pero el asunto no pasa por inundar el texto de adjetivos (a cada cual más rebuscado) que tratan de recrear los recurrentes gorjeos de los pájaros más madrugadores. Al llegar al final del poema (lo que parecía un sprint se ha convertido en una maratón), uno, además de sentirse agotado, no puede dejar de preguntarse por el sentido de aquello. ¿Qué nos quiso decir el poeta? Se podría interpretar que trataba de no decir nada de manera hermosa o supuestamente hermosa, como si los lectores fuésemos estúpidos o tuviéramos tiempo que perder. Efectivamente, al agotamiento y la sensación de tiempo perdido se une el sentimiento de estafa. Y cuando un lector se siente estafado es capaz de escribir un artículo como éste. Sólo espero que no lo acabe leyendo. De todos modos, si lo hace, nada cambiará. Ni en él ni, por supuesto, en mí.

Javier Cánaves
Publicado en Agitadoras revista cultural 52

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