Para Carmen Marín, 1949-2002
Habiendo perdido
a la entrañable compañera de juegos,
reflejo en cada luna del espejo,
antagonista y ánima,
anuncio
formalmente,
definitivamente,
la entrada
a la edad de los escalofríos y los recuerdos,
los distraídos diálogos internos;
la mirada perdida sobre los atardeceres,
los amaneceres escribiendo lágrimas;
las pupilas perpetuamente abiertas
hacia una niebla donde habitan fantasmas;
la sonrisa más triste ante cuerpos que exhiben
la vanidad compacta de las cosas bellas.
Del libro El jubilado de
Alfredo Villanueva Collado -Estados Unidos-
Publicado en Editorial Alebrijes
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