miércoles, 5 de octubre de 2016

EL CAMINO DEL PERRO, DE SAM SAVAGE


El camino del perro, de Sam Savage, Traducción de Ramón Buenaventura, nos ofrece de nuevo ese riesgo emocional, rico y crítico, reflejado a través de sus estados anímicos y reflexión literaria; la marea de la sociedad banal entre la que nos vemos obligados a convivir o intentar vivir aislado, en el refugio de la observación y la crítica sobre la capacidad creativa de uno mismo, creando personajes adecuados para ello, aunque sean distintos sus puntos de vista sobre la literatura o la pintura en donde realidad y ficción caminan de la mano.
Sin dejar a un lado la forma de existir, con o sin optimismo, pero existencial al fin.
Naturalmente sin bajar el estado de alerta que en cualquier descuido de nuestra recelosa y fiel vigilancia se nos puede infiltrar en lo existencial de nuestra propia personalidad.
No se pueden permitir rendijas ni sorpresas por parte del enemigo desde que asumimos fidelidad y compromiso a la obra de George Orwell “1984″, que nos auguraba en su importante obra encontrarnos amenazados, en víspera, del plagio vegetativo vivir. Augurio que ya se puede confirmar como sociedad orwelliana, una sociedad donde se manipula la información y se practica tanto la vigilancia masiva y la represión política y social con métodos más refinados donde los seres humanos pueden llegar a rebuznar por placer.
Soportamos otros medios más sutiles pues existe el entretenimiento para las hambres, aunque cuando la resistencia intente amenazar, abordar el ejercicio de pensar por cuenta propia, el sistema para aplacar esas minorías “políticamente incorrectas”, los métodos que se emplean para su aniquilación o contención, resultan ser soliviantar a la masa mostrando como son los enemigos de todo tipo de crisis en el capitalismo salvaje que padecemos la posibilidad de pensar por sí mismo. Siendo en la actualidad el arma más peligrosa los pregones de Trump, el cómico teatral más peligroso y demagogo que enarbola el capitalismo salvaje.
Al enigmático protagonista de la historia, nuestro personaje Harold Nivenson, se le ha muerto su perro Roy con quien recorrió medio mundo “un pequeño animal que solo le llagaba a la espinilla cuando saltaba sobre su pierna. Con su muerte parece que lo ha perdido todo, no tiene con quien pasear”. A tan importante pérdida de compañía también se le suma el último adiós de su amigo y rival intelectual, menester necesario con el que dentro de su pesimismo y atracción al suicidio mantenía el alma viviente.
Este personaje fue Nivenson, “artista menor oculto”, tal como se define él mismo, un pintor fracasado que reflexiona sobre su carrera de coleccionista, crítico y mecenas. Sus monólogos consigo mismo no parecen ser shakesperianos, más bien se pueden encontrar en ellos los reflejos del autor austriaco Thomas Bernhard (1931-1989 “Quería vivir, y todo lo demás no significaba nada. Vivir y vivir mi vida, como quisiera y tanto tiempo como quisiera. Entre dos caminos posibles, me había decidido esa noche, en el instante decisivo, por el camino de la vida.” La obra fundamental de la influencia del escritor es el protagonista cuya excentricidad bordea la demencia y un personaje secundario, que actúa como observador del primero y a través de cuya mirada el narrador nos presenta las reflexiones y la vida del protagonista.
Savage nos muestra en El camino del perro, su alejamiento de la sociedad refugiándose, como señalo, en la crítica absoluta envuelta en el pesimismo de toda mente despierta, que para sus personajes resulta lucidez dentro de actitudes defensivas. Y su gran maestro lo podemos encontrar en la obra de Saliguer.
Sam Savage publicó su primera novela, Firmin, a los 65 años. Una década después aparece esta versión española de su quinta y envolvente narración, El camino del perro.

FRANCISCO VÉLEZ NIETO
Publicado en ellibrepensador

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