sábado, 3 de agosto de 2013

ENREDO SEXTO

Cuando suena la guitarra
enmudece el aire de la "madrugá".

La voz interrumpe el sueño
de la noche callada
y una cascada de pena ardiente
lo llena todo, en un instante,
de una inmensa soledad.

Cuando suena la voz
cesa el rito del amor.

La guitarra envuelve la noche
en un manto de rítmicos estertores
y las gotas de sonidos armónicos
empapan los oídos aquietándolos
y llenándolos de una sensación incomparable.

Cuando canta el cantaor
cierra los ojos para no sentir el dolor.

La bailaora taconea con furia
sacando increíbles vibraciones
mientras sus manos van dando
besos al mudo aire que apenas
si se atreve a enredarse en su bata de cola.

Cuando baila la bailaora
el ruido se hace ola sonora.

El cantaor suelta su desgarrado cante
y la luna se inmoviliza,
en su trono de estrellas,
para no perderse ningún "quejío"
de los que le acarician la frente.

Del libro Enredado en cantes de JOSÉ LUIS RUBIO

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