de toda vida
y vivo.
Así lo recuerdo
parado y puro
y desierto
por entero de hojas.
Ese árbol era
un álamo negro
pero nosotros nunca
le dimos un nombre.
Era el árbol.
Era real
y era un sueño
que habíamos tenido.
Todavía frondoso
cantaba al principio del otoño
entre los vientos
con tal belleza
que se quedaba uno
hechizado al paso
y sin saber por qué
también cantaba
de vuelta a la casa
por las noches.
Fue el gran espíritu
de una calle sin historia
en la que crecimos
pequeños y frágiles
derivando en un río
de luz incomprendida.
Oh, cuánto hubiésemos querido
crecer y cantar como ese árbol.
Altos y sin temor
y unidos a la vida
con raíces tan hondas.
Pero nacimos débiles
como ciertos pájaros
y a la hora del crudo invierno
volamos lejos.
A veces sueño
reencarnar
en una hoja de ese árbol.
En mi sueño caigo
dulcemente a sus pies
y allí de nuevo
por un instante
todo es uno.
Sonia Scarabelli -Argentina-
Publicado en el blog islafucsia
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