Quiero zambullirme
en el ruido de las nueces,
para que mi piel de camaleón
se pinte de verde,
aunque no pueda.
Tendrían que abofetear
mi rostro de estaño y cobre,
ajustando todos los dolores
que aparecen, cuando todo varón
trata de cambiar su sino.
Sobre todo cuando viene impuesto.
Láminas de pan de oro
que sólo se dejan ver, y no tocar.
El cráneo devanado
por todo lo que muta
al antojo de los poderosos.
Ruidos de nueces que se rompen.
ANTONIO JESÚS TORRES MÁRQUEZ

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