Nadie sabe del dolor
la amargura y desconsuelo
el pesar y sufrimiento
que puede sentir un ser
castigado con la huella
de la decepción y el engaño.
Nadie puede obligar a perdonar.
Pero que gran emoción
cuando indulgente
concede la absolución.
Cuando el perdón del alma nace
dulce recompensa expande.
No hay perjuicio ni quebranto.
Tranquilidad y sosiego
es recompensa segura.
Aprende y disfruta de tu vida.
MERCEDES DUEÑAS
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