Mantilla negra de encaje
urdida en blondas de calma,
para paliar soledades
de ancestrales alianzas.
Punzadas de dolor negro
la cárcel tras las pestañas
por donde escapan, furtivas,
las lágrimas.
Negros la noche y el día,
negros ayer y mañana
que se visten de negrura
en lontananza.
La sombra, por ser mas sombra,
de azabache se disfraza
y ciega con sus tinieblas
luz, amor, fe y esperanza.
Hasta el vientre de la noche
se desgarra
para parir otra noche
aún más larga,
sin estrellas, ni una luna
que mitigue su desgracia.
Mantilla de encaje negro
viste de luto mi alma.
Ligia Rueda (Sevilla)
Publicado en la revista Aldaba 14
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