viernes, 11 de enero de 2013

REMINISCENCIAS DOLOROSAS


(Fragmento del artículo de 1917 En Jayuya) 
 
     Dos días en Jayuya. Me envuelve y me acaricia todavía la onda del aire fresco de mis montes y el mugido tan manso y tan profundo de mi río. Dos días de paz y de melancolía en que pude aliviar mi gran fatiga de luchador por fuerza, bañándome de olvido y de inocencia en el recuerdo de niñez que fluye para mí de cada casa, de cada fuga de vereda, de cada recoveco de los bosques, de cada línea y cada ensoñadora bruma del paisaje.
     ¿Por qué no permitió mi funesto destino que me quedase allí, sin haber salido jamás a esta estéril faena de hormiga extraviada, o rata perseguida, que me ha torturado en las calles de Ponce y de San Juan? Yo hubiera sido allí un manso mayordomo de finca de café, o un buen ventorrillero, o simplemente un cuidador de vacas y gallinas. Hubiera sido eso o cualquiera otra cosa, pero hubiera vivido en paz conmigo mismo y nadie me hubiera robado mi tiempo, mis horas, mis mañanas, mis tardes y mis noches, mis impresiones vírgenes y libres de este enigma alucinante de las cosas. ¿Quién hubiera osado allí obstruir mi mente y prostituir mi conciencia con las mil zarandajas fósiles y fofas de los libros horrendos, chorreantes de venerable idiotez, en que la audacia de las alas locas de mi hambre de verdad y de sol y de rayo de luna zozobró para siempre a cambio del vil pan de cada día?
     ¡Oh esta feria cochina de aldea en que ramplonamente y mercenariamente me he ido envejeciendo! Vengo con rabia, con ganas de morder y de patear a alguien, cuando me acuerdo de mi selva, de mi río y de mis montes, y me encuentro ya casi en camino de ser respetable, y pienso con angustia en el alegre y sano, madrugador y humano, pensativo y artista campesino libre que yo hubiera sido de ventorrillero o cuidador de vacas o músico de cuatro en la noble rusticidad jayuyana. Yo hubiera sido siempre, mañana, tarde y noche, YO, gran señor de mí mismo, principio y fin de un gusanito humano repleto de animalidad y de divinidad. ¡Cuántas horas de tarde y de noche, saturadas del cósmico enigma, torpemente perdidas en el lóbrego antro de una profesión! ¡Cuánto ensueño fecundo, cuánto hervor de misterio recóndito y celeste en el río, en la vereda, en la loma, en el risco, en el ave, en la copla, en la yerba, en la vaca, en el perro, en la fabla sencilla del jíbaro, y en el latir profundo y perenne del Todo en la Nada del llano y del monte, del hombre y del insecto!

Publicado en el blog nemesiorcanales
     

No hay comentarios:

Publicar un comentario